Después de la tribuna sobre productividad y salarios, toca hablar de competitividad en las empresas. Os dejo aquí la última tribuna que he escrito para el periódico El Comercio (edición de Asturias).
Cuando aún resuenan los “tambores de debate” sobre la productividad y los salarios en España y la comparativa con nuestros socios europeos, vuelve a cobrar importancia la necesidad de que la economía española en su conjunto y en particular sus empresas, ganen en competitividad. Según el Global Competitiveness Report 2010–2011 presentado en el último World Economic Forum, España se sitúa en la posición 42 del ranking de competitividad mundial, bajando desde la posición 33 del ranking 2009-2010 y por detrás de países como Tailandia, República Checa, Omán o Brunei. Pero no nos equivoquemos, salvo Alemania y los países nórdicos el resto de Europa no ocupa posiciones destacadas en el ranking. Aquí es donde surge la estrategia “Europa 2020” con el objetivo de un crecimiento inteligente, sostenible e integrador y con dos pilares básicos: innovación y talento.
Aunque en general España necesita mejorar en todos los factores que considera el citado informe -salvo infraestructura, dado su crecimiento en los últimos años-, es claramente la innovación nuestra asignatura pendiente. Por ello hoy, cuando se percibe cierto hilo de luz al final del túnel, es más cierto que nunca que aumentar la competitividad de nuestras empresas frente a un mercado global, es un hito crucial.
Otra forma de potenciar la innovación
Nuestro país necesita y le debe a las generaciones venideras, llevar a cabo cuanto antes la transición hacia un modelo empresarial basado en la innovación. Es triste leer estadísticas que hablan de que el 31% de las pymes españolas le dedican un 0% de presupuesto a este capitulo o que el 71% dedican menos del 3% (según el Institut Cerdà). Estos datos denotan que todavía vemos la innovación como un gasto no rentable. Tradicionalmente en España, se relaciona innovación con tecnología y sectores industriales (mayoritariamente maquinaria, almacenes e infraestructura informática), cuando en el resto del mundo, se relaciona innovación con estrategias, negocios y nuevas formas de hacer las cosas. Esto significa que se forma a las personas y se les incentiva a pensar en hacer las cosas distintas y buscar así la diferenciación para poder crecer. Sin embargo en España nos quedamos anclados en hacer una y otra vez lo mismo, lo que nos lleva a pensar que estamos entendiendo la innovación de una forma diferente.
Dicen los estudios sobre la pyme española (que representan el 98% de nuestras empresas), que -además de lo ya mencionado- existen tradicionalmente otras barreras a la innovación: la capacidad de financiación (sobretodo en empresas pequeñas), el funcionamiento del sistema de transferencia tecnológica (en lo referente a la colaboración Universidad-Empresa) y un adecuado capital humano.
Apuesta por el talento
A los efectos positivos de la innovación (mejoras de productividad, reducción de costes y precios, diferenciación y creación de productos, aumento de la calidad de productos y servicios…) se ha unido recientemente el “capital intangible”. Según el Banco Mundial (2006), el capital intangible puede representar hasta el 77% de la riqueza de un país, entendiendo como capital intangible la suma del capital humano, la infraestructura institucional y el capital social (la confianza en el país y la capacidad para trabajar por un proyecto común). Coincidiendo con el Banco Mundial y curiosamente cuando esos “tambores de debate” repicaban la necesidad de disminuir los costes laborales como vía para aumentar la productividad, el World Economic Forum destacaba el capital humano como uno de los principales elementos clave. ¡Si señores y señoras!, aquello que llevamos años diciendo los que nos dedicamos a la gestión de personas, resulta ser unos de los elementos intangibles que mayor peso tiene en la competitividad de las empresas. Ahora también son lo economistas los que apuestan por ello.
Resulta paradójico que la realidad actual de las empresas europeas demuestre que los trabajos de alto valor añadido e intensivos en conocimiento son los que más se están incrementando año tras año, siendo además los mejor retribuidos. Frente a estos, los trabajos con procesos rutinarios o que menor valor añadido aportan están decreciendo en todos los países europeos. Digo paradójico, porque precisamente es España uno de los países de la OCDE a la cabeza en cuanto a jóvenes graduados (entre 25 y 29 años) con empleos por debajo de su capacidad potencial, un increíble 43% de talento desaprovechado. ¿Verdad que no se entiende en un país que exporta talento y en el que existen casi 5 millones de parados?
Debemos concienciarnos de que el capital humano es el factor clave en la transformación del potencial innovador en realidades que aporten valor al mercado, ningún país u organización puede mantener su competitividad sin talento.
Dado este escenario, ¿está preparada Asturias para este reto?, según el Índice de Competitividad Regional 2010 (ISCRE), Asturias se sitúa en la 11ª posición entre las regiones españolas, bajando 2 posiciones en el ranking desde el año 2008. Quizás si apostamos decididamente por el binomio innovación-talento, algún día lleguemos a trabajar un 19% menos, que son las horas anuales que un español trabaja de más frente a un alemán. Aún así, en productividad nos ganan por goleada.
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